Libérate de tu “sincericida”

En una encuesta reciente sobre Coaching llevada a cabo por la Federación Internacional de Coaching (ICF) en 2022, realizada a más de 30.000 personas en todo el mundo, se pone de manifiesto que el objetivo más trabajado en las sesiones de coaching es el de “mejorar nuestra comunicación”.

Comunicamos todo el día, a todas horas, incluso cuando nos parece que no comunicamos (¡Si es que no he dicho nada!), pues comunicamos.

En el mundo profesional (y en el personal también…pero hoy me voy a centrar en el profesional), la calidad de nuestras conversaciones condiciona la calidad de nuestras relaciones, y la calidad de nuestras relaciones puede llegar a condicionar de importante manera nuestra experiencia personal en la empresa (además del nivel de cumplimiento de nuestros objetivos).

Y mantener conversaciones eficaces es un ejercicio complejo.

Hay gente difícil (pensemos que nosotros también podemos ser la persona difícil de otro…), hay proveedores con sus prioridades, hay clientes con sus expectativas y sus demandas, hay jefes que presionan, hay gente que nos cae regular (porque es humano que no todo el mundo nos caiga bien) y luego hay gente maravillosa, simpática, colaboradora, siempre con la sonrisa puesta, eficaz, etc., pero es probable que a este tipo de persona la dejemos fuera (metafóricamente) de una sesión de coaching, porque es fácil trabajar con ella. La que sí podríamos llevar (siempre metafóricamente) es la que nos causa enfado, frustración, la persona con la que siempre hay tensión, con la que no logramos llevarnos bien. Este tipo de situaciones causa a menudo en lo personal, sufrimiento, enfado, estrés etc., y en lo profesional puede llevar a causar ineficiencia, errores, estrés en el otro, mal ambiente.

Hay un ejercicio muy visual que me encanta sobre la calidad de las relaciones.

Te invito a ir a por un folio en blanco, nuevo, recién sacado de su paquete. Liso, sin arrugas, limpio. Así es una relación el primer día de trabajo con tus managers, compañeros y colaboradores. Un folio por escribir, una historia que contar.

Llega el primer desencuentro, una expectativa no cumplida, un error de otro compañero y llega la bronca. El mal carácter no entiende de jerarquía. Aspavientos, miradas desagradables, comentarios que se podían evitar, llamamiento a la sobrevalorada sinceridad en estado bruto (“es que yo soy así, sincero, transparente, etc.”), mal rollo, caras largas, algún que otro llanto de rabia…

Toma el folio liso y haz una bola con él, una bola de papel, que representa  el primer conflicto de esa nueva relación.

Pasa el día, los ánimos se desinflan, llega al día siguiente. Como te has pasado de sincero o como sabes que eres de mecha corta pero, que bueno, cada uno es como es…y si toca pedir perdón, se pide y ya está: “Oye, que siento lo de ayer, es que quiero hacer las cosas bien y cuando no salen me frustro y se me va un poco…disculpa tío”. 

Pedido perdón, retomamos nuestra bola de papel, y puesto que ya no hay conflicto, la deshacemos, la estiramos con las manos, como si la estuviésemos planchando. ¿Cómo la ves? Ya no tan lisa ¿verdad?.

Pasan días, semanas, horas y vuelve a pasar algo que esta vez enfada al otro, que también es de mecha corta, volvemos a montar el show, aspavientos, malas caras, borderías varias, un tono excesivo…

Retomamos el folio y lo volvemos a hacer bola, apretando con ganas, una bola muy “apretá”, porque hay mucho cabreo. Al día siguiente: “mil disculpas, no era mi intención, me he pasado pero es que…”, volvemos a estirar la bola, la planchamos con la mano y… la verdad es que el folio está cada vez más feo, más inutilizable, como la relación.

En algunos talleres, al contar esta metáfora he observado como varias personas cambiaban el gesto, dándose cuenta de que este tipo de relaciones, de conversaciones sin frenos, de sinceridad sin límites, escudándose en justificaciones varias, afectan negativamente nuestra relación con el otro. Y si la calidad de nuestras relaciones es mala en una empresa, no hay disfrute, hay sufrimiento. No hay compromiso, hay desvinculación emocional. No hay éxito compartido, no hay equipo…

Tenemos todo el derecho de ser como somos, siempre que nuestra forma de ser no impacte negativamente a nuestro entorno. Si una persona sufre por tu forma de ser o de decir las cosas deberías mirártelo. El exceso de sinceridad, la mecha corta, estropean las relaciones.

Fomentar la asertividad en las empresas, la comunicación no violenta, una cultura de dar y recibir feedback de manera constructiva, aprender a construir relaciones sanas es una de las mejores inversiones que se puede llevar a cabo para potenciar el desempeño de los equipos, cuidar del ambiente laboral y de la salud mental de las personas.

Que “mejorar nuestra comunicación” sea el objetivo más recurrente en las sesiones de coaching a lo largo del planeta demuestra lo ambicioso que es el reto.

Quiero compartir con vosotros un canvas que preparé para un coachee. Lo hicimos sobre la marcha en una sesión y le funcionó como punto de partida para empezar a trabajar aspectos más profundos.  El tema da para mucho más, pero ¿sabéis cómo se come un elefante, no? Bocado a bocado.

Una vida sin mi sincericida. Fuente: Rafa López. Stellae Coaching.

Se trata en resumidas cuentas de escuchar lo que me digo internamente, verbalizarlo para mí (ahí sí que puedo decir todo lo que me pasa por la cabeza sin filtros), para luego tomar distancia, traducirlo para el otro en modo amable y evaluar la adecuación del mensaje a mis necesidades. El objetivo del Canvas no es tanto diseñar la conversación definitiva, que no tiene porque ser “amorosa”, sino descubrir para mí mismo que existe una alternativa a la creada por mis primeros impulsos. Luego vendrá el trabajo de construir la conversación con el otro.

Y recordemos que arreglar nuestras relaciones es más difícil que ir a coger otro folio nuevo. Lo más fácil sigue siendo cuidarlas.

*Los términos “sincericida” y “sincericidio” no están recogidos en la RAE, aunque sean palabras muy habituales que hacen referencia a una “suicidio social” por exceso de sinceridad.

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